Apple está inmersa en una de las transformaciones más significativas de su historia en la fabricación. Después de depender casi exclusivamente de China durante décadas, la empresa de Cupertino ha acelerado la diversificación de su cadena de suministro, impulsada por los aranceles estadounidenses, la creciente tensión geopolítica y la necesidad de reducir riesgos.
Este nuevo enfoque no se limita a trasladar líneas de producción a países como India y Vietnam, sino que también incluye la exigencia de un mayor nivel de automatización obligatoria a sus proveedores. En este contexto, surge una pregunta interesante: ¿podría África convertirse en el próximo gran destino para Apple en el largo plazo?
La fabricación de un iPhone exige precisión y miles de unidades producidas en tiempo récord, lo que requiere evaluar tres factores clave: salarios, infraestructura y estabilidad política. En China, el salario medio en manufactura es de 640 euros al mes, y el país cuenta con un ecosistema completo de proveedores. Sin embargo, las tensiones geopolíticas con Estados Unidos representan un riesgo creciente.
India, la gran apuesta actual de Apple, presenta un salario medio en manufactura de 220 euros al mes. La compañía ha invertido más de 1.600 millones de euros en nuevas plantas en Tamil Nadu y Karnataka, con el respaldo de un gobierno que ofrece incentivos fiscales. A pesar de esto, India enfrenta desafíos relacionados con la logística y la calidad, además de depender de la importación de componentes.
Vietnam, por su parte, presenta un salario medio de 280 euros al mes y ha atraído inversiones de 300 millones de euros para la expansión de fábricas. Aunque disfruta de estabilidad política y una tradición exportadora, su capacidad de escalar al ritmo que Apple necesita es limitada.
África, con un futuro más hipotético, ofrece salarios increíblemente bajos, por ejemplo, en Etiopía son solo 65 euros al mes. No obstante, enfrenta serios desafíos: infraestructura tecnológica insuficiente, redes eléctricas poco confiables y un marco regulatorio frágil. Para establecer un ecosistema productivo en el continente, Apple necesitaría invertir entre 3.000 y 5.000 millones de euros.
La automatización exigida por Apple a sus proveedores podría facilitar este proceso. Al reducir la dependencia de mano de obra intensiva, la compañía podría trasladar fábricas a países con menos tradición manufacturera, homogeneizando procesos y estándares de calidad. Esto podría abrir las puertas a África, donde la mano de obra manual se ve complementada por una mayor utilización de robots.
Sin embargo, los altos costos de fabricación en Estados Unidos y Europa hacen que estas regiones sean inviables para una producción masiva. Con salarios que oscilan entre los 2.000 y 3.600 euros al mes en Europa y Estados Unidos, replicar la infraestructura que Apple busca requeriría inversiones colosales.
Los escenarios proyectados para 2030 sugieren que la cuota de China en la producción mundial de iPhones podría disminuir del 90% actual al 40%. India podría crecer hasta un 35%, y Vietnam alcanzaría un 15%. África, en el mejor de los casos, podría contribuir con un 5% a un 10% de la producción, siempre y que se establezcan los cimientos adecuados.
Apple está trabajando para construir una cadena de suministro más distribuida, más automatizada y menos dependiente de China. Mientras India y Vietnam representan el presente, África podría convertirse en una opción viable a largo plazo, siempre y cuando pueda abordar sus retos de infraestructura y estabilidad política. La capacidad de Apple para transformar regiones con baja industrialización en centros neurálgicos de la electrónica global podría ser la clave para su éxito en el futuro.